Es parte del proceso
- Lina Marcela Castrillón Agudelo
- 23 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Haciendo un recuento de cómo se ha desarrollado mi transformación personal vienen a mi memoria diferentes vivencias que quiero compartir el día de hoy con ustedes.
Recuerdo mis años depresivos cuando no encontraba un sentido a mi vida y creía que llamando la atención y haciéndome pasar por víctima iba a lograr que los que me rodeaban hicieran lo que yo esperaba. Un día me di cuenta que estaba haciendo un daño muy grande a los seres que más amaba y decidí que algo debía cambiar. Creo que eso sucedió hace más o menos doce años. Siguieron otros cuatro años de dolor y sufrimiento aunque en el fondo de mi corazón sentía que se había encendido una luz que aunque no reconocía, la vislumbraba a lo lejos.
Conocí el yoga y llegó la primera maestra que me enseña a caminar conscientemente, con la frente en alto y de hecho con la que tuve los primeros pasos en mi camino de transformación. Con ella comencé a percibir cambios en mí que me gustaban y tuve momentos verdaderamente felices. Asistí a círculos de palabra, Temazcales y algo que me encantó fue recibir medicinas ancestrales, conocer de plantas y terapias alternativas que simplemente me permitieron estar presente. Un día decidí abandonar ese espacio de amor y entrega porque creí estar preparada para hacer frente a todos los sucesos que se presentaran y definitivamente no fue así.
Llegaron de nuevo tiempos de dolor e infelicidad y de nuevo perdí la esperanza; me llené de culpas y miedo y aunque ya había una semilla sembrada, no la estaba cuidando. De hecho, aseguraba que era aquella maestra la que hacía que todo en mi vida fuera diferente y no lograba identificar las herramientas que me había enseñado o mejor dicho, me hacía la loca para no hacerlo. En ese momento ya sabía que la felicidad existía y no me iba a cansar hasta que fuera un modo de vida permanente.
Desde entonces, comenzaron a aparecer seres maravillosos y comencé a recibir información importante pero no la utilizaba. Hoy me doy cuenta que estaba muy acomodada en la depresión y el dolor. Me atrevería a decir incluso que ese estado se había convertido en mi zona de confort y no estaba dispuesta a salir de allí. Un día alguien me dijo que solo yo podía encontrar la salud y el bienestar, que nadie lo iba hacer por mí pero literalmente no lo entendí.
Continuaba con la semilla y estaba dando mis primeros pasos hacia la superación y el crecimiento. Lo mejor estaba por llegar: comencé mis clases de Reiki y aunque me resistía a ir, un día encontré la más tonta motivación para no abandonar. En ese espacio aprendí demasiado pero lo más valioso fue que aquella semilla se convirtió en una plántula y siguió creciendo con el reconocimiento de todas las enseñanzas que todos mis maestros me habían dejado. Comencé a actuar y a autosanar reconociendo mis miedos y mis culpas, enfrentando mi pasado con gratitud y amor sabiendo que fue lo que me llevó a estar viviendo una vida mejor.
Hoy sé que tengo demasiadas herramientas que utilizo pero lo más importante y lo que más me llena es que realizó una labor que amo con todo mi ser. Me siento plena, absolutamente feliz y motivada a afrontar cada dificultad que se presenta en mi camino como un medio de aprendizaje y la abrazo con amor, viviendo mis emociones, afrontándolas y aprendiendo de ellas. Si soy sincera aún sigo aplazando actividades que reconozco que me van a aportar en mi camino de transformación pero hoy no me culpo, lo asumo con valentía y trabajo para mejorar cada día más.
El dolor y el sufrimiento son parte de mi pasado y hoy les doy las gracias por la oportunidad que me dieron de cambiar y convertirme en el ser maravilloso que soy ahora.

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