La madre
- Lina Marcela Castrillón Agudelo
- 2 jun 2021
- 2 Min. de lectura
“Madre” es una palabra que me gusta recordar e introyectar constantemente ya que me recuerda el origen de mi existencia y me llena de una inmensa sensación de gratitud hacia un ser maravilloso llamado Marta Nubia Agudelo, ya que, gracias a ella, estoy en esta tierra aprendiendo, sanando y recordando quien soy.
Además, al pensar en la madre vienen a mi memoria varios conceptos que siento me ayudan a desarrollar el sentido real de este término. Primero que todo pienso en esta mujer maravillosa que me prestó su cuerpo, me guardo y cuido hasta aquel 22 de febrero de 1978 que decidí nacer. Ella es sorprendente: un ser de servicio, incondicional, trabajadora, entregada, dispuesta, amorosa y amable. Una mujer piadosa, completamente entregada a la voluntad de Dios y comprometida con aprender de Él y cumplir sus mandatos. Un alma buena que ha dado lo mejor de sí en la formación y el ejemplo a nuestra familia; comprometida con el desarrollo y la formación de cada uno de nosotros. Mi madre brinda apoyo incansable, me llena de orgullo y motivación para seguir sus pasos. Luego, recuerdo que también tengo una madre en el cielo, esa energía femenina pura, amorosa, callada, incondicional, dulce y buena. Me encanta acurrucarme en sus brazos todos los días y recibir los regalos del Gran Espíritu. Esa madre de amor y paz que me ha enseñado a respetar el proceso personal de cada uno de mis hijos simplemente acompañándolos y caminando juntos en este hermoso sendero para retornar al cielo. Y qué decir de la madre tierra, donde según la religión Católica cada uno de nosotros nos formamos y a donde un día vamos a regresar. Esa tierra que nos acoge y nos cobija, que nos brinda todas sus riquezas para nuestro bienestar. Proveedora, maestra, fuente inagotable de recursos, a la cual hoy día agredimos olvidando que somos, de dónde venimos y a donde regresaremos.
Aunque también existe una madre dentro de cada uno de nosotros y yo la siento como mi esencia. En nuestro interior existe una energía masculina y una femenina, seamos hombre o mujer. Mi esencia es quien verdaderamente soy, es la que guarda la misión y el propósito de mi vida. Es la voz de Dios en mi, de la madre del cielo, de la madre tierra y de mi madre Marta; aquella que me dicta el camino correcto a seguir, me enseña a amarme y hacerme respetar, a servir y cuidar. Esa energía amable, pura y tranquila, que no necesita gritar para ser escuchada, simplemente está ahí y es decisión de cada uno de nosotros escucharla o no porque en realidad es la voz del verdadero amor llenando mi existencia y la de todos y cada uno de los seres que nos rodean.
Los invito entonces a recordar la voz de su madre interior, escuchar su guía y lo más importante: recuperar nuestro valor con el objetivo de encontrarnos en este hermoso universo y formar un ejército de seres comprometidos con el verdadero cambio que reconocen que solo con un amor puro y sincero viviremos nuestro anhelado cielo en esta tierra.
Madre: origen, motivo, causa, fundamento, amor, paz, cuidado, cobijo, plenitud…
HECHO ESTÁ.

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